Proyectos de desarrollo profesional de la ACC
viernes, 22 de febrero de 2013
Batiburrillos criminológicos: Lorenz y el colectivo criminológico
Nota previa: Escribiendo esta entrada, el Profesor Jorge Ramiro (UEM) planteaba en Twitter la siguiente pregunta: ¿Por qué queréis ser policías? ¿De dónde viene el sueño? Estas líneas pretenden contribuir un poco más al debate y a la des-organización del discurso generado.
Ya hace unos años (ocho, concretamente) decidí encaminar mi trabajo como criminólogo al ámbito de la llamada Prevención Situacional del delito. Una de las ramas más “populares” de la Criminología que tiene no pocas (ni, por supuesto, nimias) implicaciones en el análisis, la prevención y la comprensión del fenómeno delictivo. Uno de los principales responsables de esta decisión fue mi admirado colega y amigo Santiago Redondo, al cual debemos uno de los principales modelos explicativos de la delincuencia actuales, el modelo TRD (de triple riesgo delictivo). Este modelo será de utilidad para aproximarnos a la discusión que se establece a lo largo de las siguientes líneas. Existe mucha controversia acerca de qué es y qué no es Prevención Situacional: no trataremos aquí este tema; baste decir que, en mi opinión, compartida por algunos, enfrentada (académicamente, por supuesto) a la de otros, podemos hablar de que la Criminología Ambiental es la matriz de la cual se disgregan varias líneas de investigación (prevención situacional, análisis del crimen, ciencia del delito, movimiento CPTED, etc.). Desde estas líneas, les recomiendo dos obras de referencia que, por su naturaleza y por la capacidad de síntesis de sus autores, exigen poca preparación previa para comprender de qué hablamos: se trata de “Environmental Criminology”, de Richard Wortley y Lorraine Mazerolle (Willan, 2008) y de “Criminología Ambiental”, de Laura Vozmediano y César San Juan (UOC, 2010)
¿Por qué empezar hablando de Criminología Ambiental? ¿Y por qué llamamos a esta entrada “Batiburrillos criminológicos”? ¿Por qué? o ¿para qué? En realidad la pregunta es: ¿Para qué? Resulta que, a lo largo de la historia de esta ciencia existen muchas aproximaciones filosóficas a la naturaleza (también a la humana) para intentar explicar el fenómeno delictivo; no obstante, no ha sido hasta hace unos pocos años que algunos autores han dirigido sus esfuerzos en vincular a la Criminología con las ciencias naturales: huelga decir que, desde Guerry y Quetelet, pasando por la Escuela de Chicago y hasta llegar a los trabajos de los Brantingham, Short, Tita, Summers y muchos otros han pasado muchas cosas en Criminología. También es de especial utilidad recordar que según el “determinismo Laplaciano”, deudor de la obra de Newton, nos dice que la solución a un determinado problema está dada ya, puesto que nos basta conocer las condiciones de un sistema X para aplicar las leyes de Newton y así conocer las condiciones de dicho sistema en el futuro. Estas discusiones acerca del libre albedrío y el determinismo son troncales en el estudio de la Historia de la Criminología. Pero no por ello dejan de estar de actualidad después de algunos siglos de discusiones.
El encaje entre dicha discusión y la aproximación al fenómeno de la delincuencia desde el prisma de la Criminología Ambiental no lo obtenemos adaptando estas discusiones a los modelos predictivos tan en boga en los últimos años, cada vez más demandados y cada vez más afinados, sin duda, que dan cuenta de la pregunta “¿por qué delinque una persona?”; este encaje lo obtenemos abriendo un pequeño “cajón desastre” cuando preguntamos: “¿por qué una persona no delinque?”. De una forma acertada, y sintetizando al máximo, el modelo TRD encuadra los manidos (en Criminología) factores de riesgo y de protección en unos ejes cartesianos (x, y, z) para explicar cómo en un individuo convergen factores personales, sociales y de oportunidad, a través de los cuales podemos explicar la aparición del delito (bajo unas condiciones dadas).
En la actualidad, algunos presupuestos tradicionales (como, por ejemplo, la inmutabilidad de algunos factores personales) están siendo debatidos de nuevo: resulta (como ha señalado Blonigen, 2010) que los rasgos de personalidad no son tan estáticos como hasta la fecha se pensaba, y están afectados por el ambiente. También la epigenética ha venido a señalar en los últimos tiempos que los genes también se ven afectados por el entorno en el que el individuo se desenvuelve. Así pues, el ambiente parece ser el punto en común a todos los factores, sean de la naturaleza que sean; y puede parecer que la Criminología Ambiental, en un momento y otro, puede dar cuenta de la explicación más afinada de la delincuencia, ya que se ocupa del “ambiente”. A lo largo de estos meses, profundizando en uno de los elementos más novedosos de la Criminología Ambiental, aunque poco investigados hasta el momento (comparativamente), como son los “Precipitadores Situacionales del Delito” (Wortley, 1996, 1997, 1998, 2001, 2008) he observado una carencia básica (como colectivo) en nuestras aproximaciones: tratamos el fenómeno desde un punto de vista “lineal”. En este sentido, la llamada mecánica cuántica nos ha echado una mano: gracias a la física moderna, sabemos que sólo podemos conocer, de una forma probabilística, cómo se comporta el Universo. Gracias a la mecánica cuántica, el determinismo filosófico ha perdido la fortaleza que Newton le había conferido. Pero esta transferencia “inter-ciencias” parece que no ha alcanzado su cénit aún en Criminología.
Una breve alusión a la teoría del caos nos puede hacer redimensionar el fenómeno del que nos ocupamos: cuando Lorenz en la década de los sesenta del siglo pasado intentaba predecir el clima, al introducir los valores para modelar la atmósfera, utilizaba tres decimales. No obstante, el programa que utilizaba llegaba hasta seis decimales de afinación, con lo que se otorgaban valores aleatorios para los tres decimales restantes, obteniendo cada vez que iniciaba los cálculos resultados distintos a su sistema de ecuaciones. Había encontrado un sistema caótico de ecuaciones. Como criminólogos nuestra tarea no es la de seguir hablando de sistemas discretos o continuos, de atractores o fractales (aunque les aseguro que el estudio de los postulados de la teoría del caos resultan de mucha utilidad para elucubrar): nuestro “para qué” se enmarca en “el problema” que Lorenz tuvo: llevado a nuestro campo, si utilizamos un número finito de variables para calcular las posibilidades de que un individuo delinca nos aproximaremos (como así sucede) a una estimación probabilística, pero el “olvido” del resto de variables (decimales, en el caso de Lorenz) nos lleva a que cada vez que utilicemos nuestro modelo explicativo/predictivo se den resultados distintos.
Es polémico decir que olvidamos factores: ciertamente, lo que sucede es que tenemos unos cuantos factores que nos permiten afirmar que el riesgo de que un sujeto genere actos delictivos es mayor en unos casos, pero no sabemos de qué cantidad de riesgo estamos hablando. Y esto es un importante matiz. Es lo que nos lleva a preguntarnos por qué un sujeto no delinque aun presentando múltiples factores de riesgo y unos pocos factores protectores. ¿Qué hacemos con el “batiburrillo” criminológico a nivel explicativo y predictivo? De forma interna, las teorías integradoras han supuesto un avance importante para la Criminología, pero no suficiente. ¿Por qué hablar de Criminología Ambiental? Porque el ambiente es donde el individuo se desenvuelve, a nivel personal, colectivo, social. Y en este mismo entorno nos desenvolvemos los/as criminólogos/as ¿Y por qué llamar a esta entrada “Batiburrillos criminológicos”? Porque la teoría del caos no rige sólo en la física, por muy alejadas que estén ambas ciencias. Y nos sirve para darnos cuenta de que la visión “interdisciplinar” de la que alardea la Criminología no está sino empezando. ¿Para qué? Para reflexionar acerca de nuestra función en el mundo académico y profesional: por qué ser criminólogo o para qué ser criminólogo. Son preguntas para las que no existe na fácil ni unívoca respuesta, pero son preguntas que son necesarias para conocer cuál es en realidad la función de la Criminología y de los/as criminólogos/as. Éste es nuestro particular (y peculiar) caos.
Pedro Campoy Torrente
Centro Crímina para el estudio y prevención de la Delincuencia-UMH
Secretari de l'Associació Catalana de Criminòlegs (ACC)
Vicepresidente de la Federación de Asociaciones de Criminólogos de España (FACE)
Criminólogo
Ya hace unos años (ocho, concretamente) decidí encaminar mi trabajo como criminólogo al ámbito de la llamada Prevención Situacional del delito. Una de las ramas más “populares” de la Criminología que tiene no pocas (ni, por supuesto, nimias) implicaciones en el análisis, la prevención y la comprensión del fenómeno delictivo. Uno de los principales responsables de esta decisión fue mi admirado colega y amigo Santiago Redondo, al cual debemos uno de los principales modelos explicativos de la delincuencia actuales, el modelo TRD (de triple riesgo delictivo). Este modelo será de utilidad para aproximarnos a la discusión que se establece a lo largo de las siguientes líneas. Existe mucha controversia acerca de qué es y qué no es Prevención Situacional: no trataremos aquí este tema; baste decir que, en mi opinión, compartida por algunos, enfrentada (académicamente, por supuesto) a la de otros, podemos hablar de que la Criminología Ambiental es la matriz de la cual se disgregan varias líneas de investigación (prevención situacional, análisis del crimen, ciencia del delito, movimiento CPTED, etc.). Desde estas líneas, les recomiendo dos obras de referencia que, por su naturaleza y por la capacidad de síntesis de sus autores, exigen poca preparación previa para comprender de qué hablamos: se trata de “Environmental Criminology”, de Richard Wortley y Lorraine Mazerolle (Willan, 2008) y de “Criminología Ambiental”, de Laura Vozmediano y César San Juan (UOC, 2010)
¿Por qué empezar hablando de Criminología Ambiental? ¿Y por qué llamamos a esta entrada “Batiburrillos criminológicos”? ¿Por qué? o ¿para qué? En realidad la pregunta es: ¿Para qué? Resulta que, a lo largo de la historia de esta ciencia existen muchas aproximaciones filosóficas a la naturaleza (también a la humana) para intentar explicar el fenómeno delictivo; no obstante, no ha sido hasta hace unos pocos años que algunos autores han dirigido sus esfuerzos en vincular a la Criminología con las ciencias naturales: huelga decir que, desde Guerry y Quetelet, pasando por la Escuela de Chicago y hasta llegar a los trabajos de los Brantingham, Short, Tita, Summers y muchos otros han pasado muchas cosas en Criminología. También es de especial utilidad recordar que según el “determinismo Laplaciano”, deudor de la obra de Newton, nos dice que la solución a un determinado problema está dada ya, puesto que nos basta conocer las condiciones de un sistema X para aplicar las leyes de Newton y así conocer las condiciones de dicho sistema en el futuro. Estas discusiones acerca del libre albedrío y el determinismo son troncales en el estudio de la Historia de la Criminología. Pero no por ello dejan de estar de actualidad después de algunos siglos de discusiones.
El encaje entre dicha discusión y la aproximación al fenómeno de la delincuencia desde el prisma de la Criminología Ambiental no lo obtenemos adaptando estas discusiones a los modelos predictivos tan en boga en los últimos años, cada vez más demandados y cada vez más afinados, sin duda, que dan cuenta de la pregunta “¿por qué delinque una persona?”; este encaje lo obtenemos abriendo un pequeño “cajón desastre” cuando preguntamos: “¿por qué una persona no delinque?”. De una forma acertada, y sintetizando al máximo, el modelo TRD encuadra los manidos (en Criminología) factores de riesgo y de protección en unos ejes cartesianos (x, y, z) para explicar cómo en un individuo convergen factores personales, sociales y de oportunidad, a través de los cuales podemos explicar la aparición del delito (bajo unas condiciones dadas).
En la actualidad, algunos presupuestos tradicionales (como, por ejemplo, la inmutabilidad de algunos factores personales) están siendo debatidos de nuevo: resulta (como ha señalado Blonigen, 2010) que los rasgos de personalidad no son tan estáticos como hasta la fecha se pensaba, y están afectados por el ambiente. También la epigenética ha venido a señalar en los últimos tiempos que los genes también se ven afectados por el entorno en el que el individuo se desenvuelve. Así pues, el ambiente parece ser el punto en común a todos los factores, sean de la naturaleza que sean; y puede parecer que la Criminología Ambiental, en un momento y otro, puede dar cuenta de la explicación más afinada de la delincuencia, ya que se ocupa del “ambiente”. A lo largo de estos meses, profundizando en uno de los elementos más novedosos de la Criminología Ambiental, aunque poco investigados hasta el momento (comparativamente), como son los “Precipitadores Situacionales del Delito” (Wortley, 1996, 1997, 1998, 2001, 2008) he observado una carencia básica (como colectivo) en nuestras aproximaciones: tratamos el fenómeno desde un punto de vista “lineal”. En este sentido, la llamada mecánica cuántica nos ha echado una mano: gracias a la física moderna, sabemos que sólo podemos conocer, de una forma probabilística, cómo se comporta el Universo. Gracias a la mecánica cuántica, el determinismo filosófico ha perdido la fortaleza que Newton le había conferido. Pero esta transferencia “inter-ciencias” parece que no ha alcanzado su cénit aún en Criminología.
Una breve alusión a la teoría del caos nos puede hacer redimensionar el fenómeno del que nos ocupamos: cuando Lorenz en la década de los sesenta del siglo pasado intentaba predecir el clima, al introducir los valores para modelar la atmósfera, utilizaba tres decimales. No obstante, el programa que utilizaba llegaba hasta seis decimales de afinación, con lo que se otorgaban valores aleatorios para los tres decimales restantes, obteniendo cada vez que iniciaba los cálculos resultados distintos a su sistema de ecuaciones. Había encontrado un sistema caótico de ecuaciones. Como criminólogos nuestra tarea no es la de seguir hablando de sistemas discretos o continuos, de atractores o fractales (aunque les aseguro que el estudio de los postulados de la teoría del caos resultan de mucha utilidad para elucubrar): nuestro “para qué” se enmarca en “el problema” que Lorenz tuvo: llevado a nuestro campo, si utilizamos un número finito de variables para calcular las posibilidades de que un individuo delinca nos aproximaremos (como así sucede) a una estimación probabilística, pero el “olvido” del resto de variables (decimales, en el caso de Lorenz) nos lleva a que cada vez que utilicemos nuestro modelo explicativo/predictivo se den resultados distintos.
Es polémico decir que olvidamos factores: ciertamente, lo que sucede es que tenemos unos cuantos factores que nos permiten afirmar que el riesgo de que un sujeto genere actos delictivos es mayor en unos casos, pero no sabemos de qué cantidad de riesgo estamos hablando. Y esto es un importante matiz. Es lo que nos lleva a preguntarnos por qué un sujeto no delinque aun presentando múltiples factores de riesgo y unos pocos factores protectores. ¿Qué hacemos con el “batiburrillo” criminológico a nivel explicativo y predictivo? De forma interna, las teorías integradoras han supuesto un avance importante para la Criminología, pero no suficiente. ¿Por qué hablar de Criminología Ambiental? Porque el ambiente es donde el individuo se desenvuelve, a nivel personal, colectivo, social. Y en este mismo entorno nos desenvolvemos los/as criminólogos/as ¿Y por qué llamar a esta entrada “Batiburrillos criminológicos”? Porque la teoría del caos no rige sólo en la física, por muy alejadas que estén ambas ciencias. Y nos sirve para darnos cuenta de que la visión “interdisciplinar” de la que alardea la Criminología no está sino empezando. ¿Para qué? Para reflexionar acerca de nuestra función en el mundo académico y profesional: por qué ser criminólogo o para qué ser criminólogo. Son preguntas para las que no existe na fácil ni unívoca respuesta, pero son preguntas que son necesarias para conocer cuál es en realidad la función de la Criminología y de los/as criminólogos/as. Éste es nuestro particular (y peculiar) caos.
Pedro Campoy Torrente
Centro Crímina para el estudio y prevención de la Delincuencia-UMH
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Textos criminológicos clásicos
La Criminologie - Raffaele Garofalo (1851-1934)
Para los interesados en la historia de nuestra ciencia ponemos a vuestra disposición el texto original del libro La Criminologie. Étude sur la nature du crime et la théorie de la pénalité que Raffaele Garofalo publicó en 1890.
Podéis acceder a este texto en tres formatos diferentes:
Traité des délits et des peines - Cesare Bonesana, marqués de Beccaria (1738-1794)
Un texto fundamental sin el cual no es posible entender el moderno Derecho penal ni por supuesto la Criminología. Se trata de la traducción al francés que se llevó a cabo en París en 1877.
En este otro enlace puede consultarse el texto original en italiano.